sábado, 2 de julio de 2011

Infancia… Miedo… Violencia… Supervivencia… UN ASUNTO DE NIÑOS


Juan Pablo Cortés


De un tiempo para acá la cinematografía mundial viene haciendo eco de un problema social que se vive en todas partes y desde hace mucho tiempo: el llamado bullying o acoso escolar, que ya se considera como una de las principales causas de suicidios en adolescentes e infantes y que el mundo adulto no encuentra como erradicar, porque apenas entiende que es “asunto de niños”.

La película En Un Mundo Mejor (Haevnen, Dinamarca, 2010) de Sussane Bier, que este año recibió el Óscar a la Mejor Película Extranjera, plantea un dramático debate entre la venganza y el perdón a través de dos niños, Christian y Elías, quienes probarán los límites de la resistencia pacífica con consecuencias que cimbrarán el mundo de los adultos. En esta película, de pendiente estreno en México, se retrata con realismo y gran humanidad ese momento en que un niño reconoce los grados de violencia y de nobleza que habitan en su ser y los obligan a obrar en consecuencia. 
Elías, segregado en una escuela danesa por  su origen sueco y sus dientes separados, acepta estoicamente el daño físico y psicológico que cada día le propinan sus compañeros, hasta el momento en que otro niño, Christian, llega a la escuela y toma revancha en  nombre de los dos. Ambos provienen de un entorno familiar fracturado: Christian acaba de perder a su madre y no quiere acercarse al padre por un gran rencor. Elías, por su parte, vive en medio de un divorcio y con el contacto esporádico de un padre cariñoso que pasa la mitad de su vida como médico voluntario en una zona de conflicto africana.



Cuando el padre de Elías intenta demostrarle que es posible detener la agresión con tolerancia al rechazar pelear con otro hombre, el niño entiende el mensaje de otra manera: su padre es un cobarde, y la humillación no es un camino para él. La amistad forjada en sus respectivas desgracias no tardará en llevar a estos niños  a decidir entre escalar la violencia iniciada en la escuela, y llevarla al mundo de los adultos, o mojar la pólvora de su resentimiento e intentar crear para sí “un mundo mejor”.

Otra postura paterna ante la violencia se da en El Árbol de la Vida (Tree of Life, USA, 2011) de Terrence Malick, ganadora a su vez de la Palma de Oro en el pasado Festival de Cannes, donde se nos cuenta con intenso lirismo poético la historia de Jack, un niño que es obligado por su padre a despertar de la infancia y adoptar la violencia como defensa en un mundo cruel donde solo tienen oportunidad los más aptos. Esa pérdida de la inocencia llevará a Jack a convertirse en un adulto con el alma fracturada entre el rencor al padre y la búsqueda del perdón a sí mismo por haber cedido su corazón a la violencia.








Ambas obras muestran es que la capacidad para decidir entre la agresión y el respeto es lo que nos hace seres libres.  Obligar a defenderse a un niño cuya naturaleza no es violenta, es ejercer violencia sobre él y volverlo ajeno a sí mismo, prohibirle recorrer el camino que su corazón le dicta. Porque el camino de la violencia no tiene retorno y sólo alimenta la espiral de intolerancia que gobierna al mundo; un mundo donde los verdaderos actos de coraje y valentía son la tolerancia y el perdón; donde el tomar con tus manos los puños de otro niño  y decirle: “No me pegues” es la más valiente y hermosa declaración  de nobleza en un alma que está lista para volar y conquistar lo que sea.



Yo padecí bullying a manos de alumnos y maestros durante más de diez años, y en un momento decidí defenderme con los puños.  Las cabezas se rompieron y las narices sangraron, y no es algo de lo que hoy me sienta orgulloso. Quizás, lo único positivo de mi decisión fue que la tomé en libertad, sin un padre que me instigara a “mostrar mi hombría y probar que me sabía defender.”  Pero ahora sé que de haber optado  por la paz, tarde o temprano habría derrotado a los que me lastimaba, porque el rencor que alimenta a los violentos también acaba consumiendo, y al ceder a la venganza, acabas convirtiéndote en tu enemigo.

Infancia es destino: allí se define la naturaleza, con esas primeras decisiones, decisiones que no les corresponden a los adultos sino a los niños, que tienen el derecho a reinventar el mundo y descubrir que los violentos sólo pueden adaptarse a él,  pero que son los poetas los que logran adaptar el mundo y transformarlo.

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