lunes, 1 de agosto de 2011

A fuego

CALACAS PODRIDAS
ENTREVISTA CON DR. LAKRA



Por Santiago Robles Bonfil
               en colaboración con Karina Ruiz Ojeda


Dr. Lakra es un dibujante que se convirtió en tatuador, un tatuador que se convirtió en artista. O viceversa. Le gusta trabajar con lo viejo, lo desgastado por el tiempo. Hace “comentarios” gráficos sobre imágenes del pasado. Dibuja demonios, insectos, animales y seres fantásticos sobre revistas de los cincuenta y sesenta, pin ups, vedettes, fotografías antiguas, viejas láminas médicas, entre otros objetos. Platicamos con él en su estudio, en la ciudad de Oaxaca, acerca de ser artista, de sus intereses, de la influencia de su padre –Francisco Toledo–, y de por qué se dedica a tatuar gente, papel y paredes. Las fotografías que acompañan esta entrevista fueron tomadas en su estudio.




SR: ¿Decidiste ser artista viendo a tu padre trabajar o no fue determinante?
DL: Mi padre nunca tuvo el estudio en su casa, entonces no lo veía trabajar tan seguido, más bien yo quería ser caricaturista. Siempre me gustó dibujar, pero más relacionado con el cómic. Pero sí, obviamente influyó en mí no sólo verlo trabajar, sino ir con él a museos, ver libros todo el tiempo en la casa.

SR: Y en ese sentido, ¿qué tanto ayudó a desarrollar tu trabajo? ¿Se volvió un árbol que proyectaba sombra o te impulsó como artista?
DL: Al principio creo que no le gustaba mucho la idea de que yo fuera artista o dibujante, pero siempre me daba material, me ayudaba, y me compraba libros.



SR: Además de la práctica constante, de la cual nunca se deja de aprender, ¿tu única otra escuela fue el taller de los viernes?
DL: No, he participado siempre en varios talleres, pero nunca he estado en una escuela formal. Estuve en otro, que era el taller de los lunes, donde íbamos a dibujar con modelo. En la ENAP también fui con Abraham [Cruzvillegas] y Damián [Ortega], todos los del taller.

SR: ¿Cómo llegaste al tatuaje?
DL: Un amigo me empezó a tatuar, la máquina que se usaba en esas épocas era fácil de armar, y decidí armar una. Nunca pensé que me fuera a dedicar al tatuaje, más bien era como una técnica más.



SR: Y poco a poco la gente te iba pidiendo que la tatuaras, ibas a las convenciones…
DL: Empecé a ir a las convenciones como unos cinco años después de que comencé a tatuar. No lo hacía muy seguido, una vez al mes, no era tan serio.

SR: Se le llama “artista” a Thalía o a un personaje del Cirque du Soleil o a un escultor, para ti, ¿qué significa ser artista?
DL: No sé, lo mismo me preguntan siempre que digo que soy artista en la aduana o con algún policía, ¿artista de qué? Artista de televisión… hay muchísimos tipos de artistas, incluso en todo el mundo del arte. Es muy vago, no creo que haya una definición.



SR: En parte de tu trabajo parece haber una añoranza por el pasado, ¿qué te interesa al apropiar imágenes y resignificarlas?
DL: No es algo que añore, porque no es algo que yo haya vivido, no es que sienta nostalgia de alguna época. Empecé a juntar chácharas desde la primera vez que fui al mercado de La Lagunilla, tenía como 12 años. Siempre me ha gustado esta onda sobada, vieja, esa pátina que sólo da el tiempo. Yo creo que la ciudad de México de cierta forma tiene esta onda; incluso la arquitectura, caminas por el Centro: ves las pirámides, luego un edificio colonial y luego un edificio setentero…Más que añorar una época, yo creo que tiene que ver con lo que te rodea.



SR: Ciertos sectores sociales se pueden escandalizar con las intervenciones que haces con diablos, falos, y semen sobre imágenes de mujeres. Está la mujer vista de una manera muy específica, ¿cuál es tu interés de utilizar esos elementos en esa obra?
DL: En esa obra en específico, la del librito negro, es una serie súper rara, todas estas fotos no son pornográficas, son de campos nudistas como de los sesenta, setenta. Es una especie de perversión de la gente que va a los campos nudistas. Es gente haciendo cosas casuales: jugando volibol, cocinando o columpiándose. Cuando vi todas esas fotos, se me hicieron únicas, me causó mucha curiosidad. Luego me enteré de que existe un género de fotos de campos nudistas. En estas revistas salen muchos niños también. Se supone que es una cosa naturista, pero obviamente súper morbosa, entonces yo le hago comentarios más explícitos.



SR: Como evidenciando esta parte que quizás no estaba…
DL: Sí, es ese juego, muy particularmente en estas imágenes.

SR: Cuéntanos algo del Drawing Center ¿cómo fue la experiencia a principios de año?
DL: Nada bueno, puras trabas, un pedo, no tenían el espacio que dijeron que iban a tener, todo patas pa’ arriba. El catálogo ni siquiera lo he visto…



SR: ¿Pero produjiste lo que querías?
DL: Llevaba muchos dibujos, mi idea era hacer un mural alrededor de ellos. Que el dibujo saliera del papel y que invadiera las paredes, o al revés. Se me hizo bastante interesante hacerlo, pero todo lo demás fue súper caótico.

SR: Ahora agregas a tu obra ídolos primitivos africanos, de las Antillas…
DL: Presencia de esculturas africanas en mi trabajo ha habido desde principios de los noventa, desde entonces ha sido una constante, a veces más, a veces menos. Ahora encontré un libro y empecé de nuevo a copiar todas estas cosas. En su origen son algo religioso, y vistas desde afuera se vuelven algo exótico. Me gusta este juego.



SR: Ya has vivido en Berlín y en otras partes del mundo, ¿qué es lo que te gusta de Oaxaca, o por qué te quedaste aquí?
DL: Por el clima, la comida. Me da cierta tranquilidad.

SR: Te da tiempo de trabajar más…
DL: Sí, hay menos distracciones. No es como Berlín, que hay cien mil cosas que hacer, aquí todo está más cerca, más concentrado. Y yo creo que es una ciudad bastante europea, en cierto sentido. Me recuerda un poco a Madrid, o a otras ciudades en donde todo el movimiento cultural está muy concentrado en un área. Es interesante, me gusta ir caminando a todos lados.



SR: Tu trabajo se inscribe en una tradición mexicana sobre la muerte, el erotismo y lo primitivo, ¿así es como tú sientes que se ve el arte mexicano desde fuera?
DL: No, creo que es lo que dicen los curadores o la gente que ha escrito sobre eso. A mí en lo particular no me interesa para nada hacer algo nacionalista. Y tampoco creo que en el momento en que alguien pone una calaca, la obra ya represente el día de muertos. No me gusta, de hecho, me choca. Ya hace mucho que dejé de hacer cosas sobre luchadores por lo mismo, porque me encasillo en algo nacionalista, súper chafa, de hueva. Creo que mi acercamiento a la muerte tiene que ver más con una cuestión europea que con la religión prehispánica. Tiene que ver más con imágenes de calacas podridas de la pintura primitiva alemana que con Posada.



SR: Cuéntanos de tus proyectos en puerta, ¿qué exposiciones tienes? ¿Qué estás desarrollando?
DL: Estoy desarrollando el documental de unos proyectos. Como es la primera vez que lo hago, me está costando mucho trabajo, pero es bastante divertido. Tengo algunas exposiciones, voy a pintar un mural en septiembre en Estocolmo, en un museo.



SR: ¿Semejante a lo que estuvo en el MUPO [Museo de los Pintores Oaxaqueños]?
DL: Yo creo que sí, lo voy a hacer con collage. Lo del MUPO es lo único que he hecho en ese estilo, que en vez de pintar meto fotocopias, lo pintado es el fondo. Creo que allá voy a hacer algo parecido.

SR: Cuando he visto fotos tuyas en tu estudio, estás rodeado de libros, ¿coleccionas libros, lees mucho, o los usas como catálogos de imágenes?
DL: Sí, más que leerlos, los veo. Muchas son revistas que nunca he leído. Son más referencias gráficas que una obsesión por estar leyendo. Son contados los libros que no tienen imágenes.

SR: Gracias Doctor, un placer.



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