jueves, 15 de septiembre de 2011

La palabra y la mirada


Juan Pablo Cortés

A Cristina y a María

A veces la mejor película es esa que te platican y que nunca ves.
La época dorada del cine de terror la viví de oídas. Eran los años setenta y como no podía entrar al cine, me valía de Cristina y María, quienes ayudaban en el quehacer a mi mamá para que me contaran las películas que a su vez mi madre les platicaba. Así, con relatos de tercera mano, fue como conocí La profecía (1976) de Richard Donner, El exorcista (1973) de William Friedkin y El resplandor (1980) de Stanley Kubrick, entre muchas otras.  Años después, cuando pude ver esas películas, comprendí que fue un gran privilegio haber escuchado por voz de esas increíbles narradoras todas esas imágenes que sembraron el terror y las pesadillas en mi imaginación, de una manera que ninguna película vista ha logrado.

Fotograma: "El Resplandor "
Por eso digo que no hay como las películas platicadas que llenan la retina de esa mirada interior que todos tenemos. Y justo por eso es inapreciable cada rara vez que el cine le obsequia un dulce a nuestra mirada interior, más que a los ojos.

Abbas Kiarostami, el legendario maestro del cine iraní, entiende muy bien lo que es eso, y en una de sus películas más recientes —que en México no se ha visto— ensaya un maravilloso espectáculo interior que consiste en contarnos una película a través de los rostros y las miradas de sus espectadores, mayoritariamente mujeres, que dentro de una sala de cine se dejan llevar por un relato que nosotros nunca vemos y del que solo escuchamos su banda sonora. La sorpresa, la risa, el llanto y hasta el bostezo de todas estas espectadoras nos llevan a través de un clásico relato persa, mientras sus hermosos rostros se vuelven el más maravilloso paisaje de esa historia.

Y al sólo pensar en esta película, ya puedo ver a esas mujeres iraníes que entran, por decreto, con la cabeza cubierta al cine, y que gracias a esa oscuridad tienen la oportunidad de descubrirse y dejarnos ver, y enamorarnos, de la desnudez de sus miradas.

A Kiarostami le interesa mucho contar historias o, hablando en términos fotográficos, “exponerlas”; pero más le interesa que sea en la cabeza del espectador donde estas historias se revelen.

Fotograma: "Shirin"

Más de una vez, mi sobrina me ha pedido que le cuente de qué tratan mis películas, en vez de pedirme que se las ponga en la tele… Quiere decir que le fascina imaginar, y sólo necesita de mi voz para echar a andar esa locomotora que es su mente. Y es que en esta cultura hipervisual, olvidamos que durante miles de años nuestra visión interior viajó por mundos inagotables gracias a la voz humana. Últimamente, los fuegos artificiales del cine más reciente, que pretenden llenar el ojo con una serie de artificios y una tercera —o una cuarta— dimensión, y al final resultan ser sólo bengalas que brillan en el cielo apenas unos segundos, mientras que el fulgor de las verdaderas estrellas, ésas que nos hacen mirar los grandes narradores, nunca se apagan.

La película de Kiarostami se llama Shirin. Y no la he visto… pero ya la vi.

1 comentario:

  1. Juan Pablo, hermoso escrito. Me hizo viajar hacia la escencia misma del cine que es la historia. Ya quiero ver la peli de Kiarostami.
    Flavia

    ResponderEliminar