jueves, 19 de julio de 2012

Podcast 132

El podcast 132 es una realización de la Comisión de Comunicación del Comité de Posgrados UNAM. Su objetivo es dar a conocer información sobre #yosoy132 y exponer testimonios de asambleas locales y entrevistas a expresiones de apoyo para el movimiento; Así como presentar el calendario de actividades y los comunicados de las Asambleas Interunivertsitarias. 
          
          Es necesario limpiar el flujo de información del movimiento y es por ello que surge este podcast, procurando ser una de las múltiples vías de información veraz sobre #yosoy132.
 
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martes, 17 de julio de 2012

Armarse para paliar el miedo a toda otredad nunca servirá de nada

Entrevista con IVÁN TRUETA
Por Santiago Robles



Love is in the air

No podemos evitar considerar el entorno político-electoral en el que nos encontramos, estamos a un día de la elección presidencial, por lo tanto me gustaría saber desde tu perspectiva ¿qué implica para ti el escenario de los más de 60 mil muertos de la guerra contra el narco? ¿Cuánto le cuesta a la clase media y alta, retratada en tus piezas, su seguridad, es decir, la gente que vive en nuestro país en entornos "seguros" lo hace a costa de las vidas que se ponen en riesgo?

Estas son, creo, varias preguntas en una. Intentaré responder a todo, pero lo haré por partes. Primero, respecto de la violencia y la cifra indecible de muertos –porque si oficialmente se reportan 60 mil, estoy seguro que son muchísimos más de los que no sabemos ni sabremos- que la estúpida y absurda “guerra contra el narco” ha desatado, para temor y angustia de todos los mexicanos en el presente sexenio, es de magnitud tal que difícilmente será controlada: gane quien gane las elecciones y cómo las gane –pues no espero una inédita transparencia en los comicios- no podrá detener la violencia ni reconstruir por decreto el, tan citado últimamente, tejido social. No creo que los más de 300 mil sicarios que hay en el país, muchos de ellos menores de edad, vayan a inscribirse a una tele-secundaria o bien trabajar felices en una maquila por el paupérrimo salario mínimo; tampoco creo que el ejército, brutamente empoderado, vaya a volver tranquilamente a sus cuarteles ante la sucesión presidencial. Esta violencia, que no responde a moral o ética algunas, la vamos a arrastrar por generaciones y nos va a costar mucho borrarla a todos los ciudadanos, pues es a todos a quienes afecta y es de todos de donde se alimenta.

        Segundo, me preguntas cuánto le cuesta a la clase media y alta su seguridad; te contesto que no tengo la más remota idea, ni es ese un contenido que yo pretenda problematizar en mis piezas. En Región 4, y en otros proyectos, he recurrido a la representación del guardaespaldas porque los encuentro el símbolo más patético de la ineficiencia y parcialidad del Estado: el pacto entre sociedad y gobierno se otorga con base en dos garantías fundamentalmente 1) la seguridad de los ciudadanos y 2) en el caso de los países capitalistas, claro, la protección absoluta de la propiedad privada. Cuando en México, aún las clases más altas se sienten desprotegidas –ya ni que decir de la inmensa mayoría que somos todos los demás-  al grado de contratar guardias blancas que velen por su integridad física y la de sus propiedades, el “pacto” es entonces, desde mi punto de vista, puro cinismo, y los guaruras uno de los elementos simbólicos que lo encarnan.

Un, dos, tres por mi

Tercero, la decisión, maniquea si se quiere, de utilizar entornos “clasemedieros” que alojaran las escenas representadas en los dibujos, fue precisamente con la intención –irónica- de infiltrar la violencia a los espacios en los que supuestamente “no existe” y en torno a las personas que, creemos, “no les toca”.  Retomando la pregunta, yo no creo que haya gente, o al menos no mucha, que viva en entornos “seguros” o que la violencia le sea ajena. Tampoco considero -como planteas-  que se estén intercambiando unas vidas por otras; obviamente la violencia se recrudece en entornos a los que se suman la pobreza y el abandono, pero yo no diría que la llamada clase media, de por sí diminuta y esmirriada, se esté “salvando”.

En las obras que conforman esta exposición, las personas están siempre con un pie en su vida cotidiana y el otro en la violencia. Se crea un alto grado de tensión para el espectador pues toma consciencia de que en cualquier momento se puede desatar algo en esos escenarios.  ¿Cuál es tu interés en hablar sobre la vida cotidiana y la muerte?

Yo no se si un espectador puede “tomar consciencia” a través de la obra de algún artista. Cómo sea, el iluminismo nunca ha sido lo mío. Lo que persigue este grupo de piezas, más que hablar sobre la vida cotidiana y la muerte o representar la violencia en sí misma, es presentar una serie de escenas en las que la violencia, de inicio muy patente, se va filtrando paulatinamente en la vida hasta volverse prácticamente invisible. Nos acostumbramos a ella y la convertimos en una cosa más que, como tantas otras, se lleva a cuestas y deja, por consiguiente, de llamar la atención.

Such is life in the tropics

¿En México somos conscientes de que de un instante a otro la vida se puede terminar de forma violenta?  

No se si somos conscientes, lo que sí estamos es atemorizados y hartos, con justa razón diría yo.

En la instalación de las armas ¿ellas mismas nos crean seguridad? ¿Estamos en un ambiente seguro rodeado de armas?

Muchas de mis piezas -si no es que la gran mayoría últimamente- son pensadas como ironías absurdas; ese es el caso de la obra “Panic” que mencionas. Mi planteamiento es el siguiente: cuando la seguridad no es garantizada por el Estado, que es –como decía- una de las razones principales por las que éste es concebido, no habrá nunca armamento suficiente que pueda servir para “auto-protegernos”. En un país como el nuestro en el que el Estado funciona parcialmente, por no decir que para la mayoría de los mexicanos es francamente inexistente, la seguridad se vuelve entonces un anhelo, una mera ilusión, tan intangible y tan lejana como ese Estado al que querríamos pertenecer. En este sentido, decidí llevar a cabo una representación “Ilusoria” a través del dibujo de una serie de armas en escala 1:1, para presentarlas como una presencia vicaria de la seguridad anhelada, tan útil –sin voluntad de ofender- como la imagen de un santo o una virgen: una solución “falsa” como la representación en sí. Armarse para paliar el miedo a toda otredad nunca servirá de nada. Por otro lado, me interesaba reflexionar también en torno al acceso relativamente sencillo a las armas: están ahí, en nuestras vidas, al alcance de la mano, para todos, aún en una sala de museo.

Panic 

¿Cuando el Estado deja de brindarnos seguridad llegó el momento de que todos nosotros tengamos un arma lista para usarse como sucede con una parte importante de la población en EUA? Pienso en la obra Hágalo usted mismo II,en la que te autorretratas en una maniobra de autodefensa.

Retomando la respuesta anterior, esa “parecería” ser la única opción que nos dejan; pero de nuevo, la pieza está presentada como un absurdo y no como “lo que yo haría”.

Hágalo usted mismo II

¿De qué manera el dibujo sirve como un vehículo eficaz para plantear tu problemática? ¿Por qué no usar fotografías en obras por ejemplo como las de la chica leyendo con una granada u otras? Por otra parte, ¿cuál es la necesidad que te lleva a viajar del grabado al dibujo y a la pintura? (en esta exposición no hay pintura, pero has pintado sobre esta temática también).

Esta respuesta también va por partes. La exposición está compuesta por una serie de piezas que fueron escogidas de un período de producción que duró cerca de un año, en el que fundamentalmente me avoqué al dibujo, pero también realicé alternativamente pequeños proyectos de grabado. Las obras principales de la exposición son, claramente, esos dibujos, aunque se decidió incluir, además, una muestra de la gráfica. Dicho lo anterior, yo no creo que haya existido un viaje entre un medio de ejecución y otro, el proyecto presente no incluye en modo alguno la pintura. Las pinturas de las que hablas fueron parte de otros proyectos previos, que sin duda guardan alguna relación con el actual, pero yo no los incluiría en el mismo tema: antes pinté también playas y militares que asechan, o bien “protegen” a los turistas y sería absurdo creer que la obra del presente no abreva de la anterior, pero aquellas piezas tuvieron su razón de ser en un proyecto que buscaba otras reflexiones –parecidas desde luego, porque toda violencia tiene su origen en “nos-otros”- pero no las mismas. En esta exposición quise que la violencia fuera íntima antes que social.

En descanso

Recapitulando, no considero que para escoger un medio de ejecución tenga que existir una “necesidad” como tal; en eso siempre habrá –creo- un altísimo componente de arbitrariedad, contra el que no tiene mucho sentido “luchar”: ¿es necesidad lo que lleva a un músico a escoger entre el violín o la flauta transversa; o a un físico a seleccionar la Astrofísica o la Física Nuclear? No se si la afinidad que un artista tiene con uno o varios medios deba ser -o siquiera pueda ser- justificada. Seguramente este proyecto pudo ser resuelto con otros medios de ejecución, la fotografía, como bien dices, el video o cualquier otro; luego, también lo pudo hacer alguien más.

En cuanto a si el dibujo resulta un medio eficaz para plantear estos u otros temas, creo que esa responsabilidad es en todo caso mía y no del dibujo. Si entre los contenidos y el medio de representación –que es otra cosa- existe alguna dialéctica, entonces el ejercicio compositivo fue eficaz. También puede ser que me haya equivocado y la obra no se sostenga, pero ese juicio –al menos en este momento- es más fácil que lo hagas tú o cualquier otro espectador que yo.

Cajita feliz

¿Tienes alguna claridad respecto de seguir abordando esta temática o cambiar? ¿Qué tan importante se vuelve para ti reflejar de manera artística algo que se vive día a día en las calles?

Yo no veo las piezas como un registro, a fin de cuentas son todas escenas que inventé –por decirlo de alguna manera- a través de una serie de bocetos. La violencia de nuestras relaciones sociales ha sido el componente principal de los contenidos de mi trabajo por un largo tiempo, y en distintos proyectos he tratado algunos de sus funestos aspectos; me sucedió entonces lo inverso a lo que preguntas: tristemente, la vida en la calles fue poco a poco pareciéndose a mis piezas. Esta exposición es la primera entrega de un proyecto más amplio que se irá ajustando en el futuro. Por lo pronto sí seguiré en la misma tónica, pero las especificidades temáticas serán otras, obviamente. Por cuánto tiempo más me interesarán esos contenidos, no lo se. Supongo que eso lo determinará el propio proceso de trabajo.

Hágalo usted mismo I

Se habla en los textos de sala sobre el vacío de la cotidianidad, ¿desde qué perspectiva abordas esto en tus piezas?

Los tres textos de sala son extractos de los ensayos que tres autores hicieron para el catálogo de la exposición. Para no caer en algo así como “lo que Rafael López –autor del texto en cuestión- quiso decir”; mejor te invitaré, en fechas próximas, a la presentación del catálogo en la que participarán todos ellos.
 
Gracias Iván y felicidades.

Muchas gracias a ti y especialmente a tus lectores. Espero que la entrevista no haya resultado aburridísima.

Invisible
La atracción del momento
Región 4. Lic. Primo Verdad 10 esq. con Moneda. Centro Histórico, México DF. 06060.
55221535 
Lunes a viernes de 10 a 18 h, sábado de 10 a 15 h
Hasta el 6 de octubre
2012

lunes, 2 de julio de 2012

Notas negras en día de elección

César Cortés Vega


Era una de esas épocas en que la razón humana
se halla presa dentro de un círculo en llamas.
Marguerite Yourcenar. Opus Nigrum.



Scarface y la mente vacía del futuro (1º de julio)

Todo aquel que imagine la sensación que provocan las balas en un cuerpo retacado de cocaína, como el de Tony Montana al final del film de Brian De Palma, podría comenzar a suponer también la calidad del éxtasis antes del sacrificio. ¿Qué es una mente vacía? En los casos de limpieza espiritual –y que por lo pronto no nos compete– paz perpetua que poco a poco ha sido conseguida desde el no-hacer, pero quizá también, en su contraparte oscura, orden radical: una imagen que abarca toda la mente. Atendamos de nuevo a Al Pacino y su sobreactuación. Vibra como un refrigerador en pleno orgasmo, se sabe perdido y por eso va adelante: un antihéroe cuyo dominio radica en una presentación de arrojo corporal. Porque en realidad sabe que su tiempo se ha acabado, sus neurotransmisores mandan información espasmódica, todos sus nervios exprimen la carne mientras su sangre corre con velocidad remolinea. Se ríe y grita: placer del que sigue jugando a ser un bólido de carreras, a pesar de que la autopista haya llegado a su fin.

Un viejo régimen puede volver de esa manera, y sin embargo no estar ahí sino como una especie de muerto-vivo en una película gore, un zombie que repite movimientos de lo orgánico, pero con el alma hueca y la mente vaciada. Lo invertido en sus dominados, está en el principio de su propio proceder. Por supuesto lo que se espera es un choque que conjugue deficiencia con expiación de la forma humana. Joya de realidad que lleva hasta sus consecuencias últimas y en primera persona los símbolos que le aquejan. 

Escena final de Scarface


El delirio como caos de vida (1º de julio)

En la frontera entre un tiempo nuevo y otro caduco está el delirio.  Y es que toda vida vulgar puede portar visos de trascendencia si se le observa en la frontera de sentido. Quizá porque en el límite de un territorio, se observa otro distinto como posible escapatoria de las sandeces que se portan, gracias a que somos herederos del que dejamos detrás. O es que quizá el magnetismo de lo indefinido afecta nuestros procesos mentales, nos hace pensar en una redención fast track. Esa es la fiesta de los locos: las relaciones en desequilibrio, una fuerza de muerte que domina el espacio de lo colectivo y obliga a los más conservadores a retirarse a las orillas de la pelea y permanecer en la espera con la mente anulada, mientras que quienes no han podido acomodarse al cruce de cables de esa contradicción, resisten de distintas maneras. En ese centro ocurre algo inverso a la fuerza que lo provoca: la lucha se da en el desvarío y en su disposición renovada. Producto de otro tipo de vaciamiento, la repetición ad infinitum del viejo orden de las cosas. Entonces, fuera de ese mundo de sensibilidades que occidente nos ha vendido como indispensables, pasa lo que pasa. Caída y vértigo en la espontaneidad del dejarse ir: mecanismo de signos cruzados. El ejercicio de la rebeldía en la ausencia de las cosas. Una reconversión no culposa, que puede crear los nuevos símbolos. Todo depende.

Por eso quien habla de delirio, en realidad refiere un caos en el proceso consecutivo de reconversión del valor. Se trata de una señal poética, el estilo de una ensoñación que reorganiza las imágenes y las coloca poco a poco en una especie de estantería que les da otro sentido. Pero antes de eso, el reven de los locos como una respuesta de insumisión. Porque el tiempo ahí ha cambiado, y aquel que no lo ha entendido no puede sino esperar ese proceso de indocilidad que define el territorio ambiguo entre poder y dominio. La perversión, siempre me acuerdo de decirlo, quiere decir etimológicamente el reverso de la versión. Es decir, el quebrantamiento de los signos, su complejización y acomodo efectivo.


La máquina humana dormida (1º de julio)

Los nuevos mendigos decoran las calles de la Glorieta de Insurgentes. Uno de ellos duerme en una esquina mientras la lluvia le moja. Raíz hedionda en plena putrefacción; no hay mejor representante que él, nadie que nos describa con tal detalle, como si detrás de todos nosotros el miedo estuviera hecho de esa carne descompuesta. Me detengo a mirarlo en mi ascesis de exasperado desconcierto, buscando las señales en medio de la ofuscación electoral, y me sorprendo porque algo de él me dice qué esperar. Alguien –quizá él mismo– ha dibujado en su pantorrilla pequeños puntos de luz multicolor con pintura platinada para uñas. Una galaxia que comparte créditos con los islotes de mugre y ríos de caca. Él es un ciudadano –pienso– y su pesadilla democrática es tan integral como la poesía que porta su cuerpo. Debería estar bailando el sueño de los locos y no apoltronado ahí perdiendo el tiempo, rumiando su tristeza y pasividad. Podría estar feliz mientras todos los burócratas progresistas lloran dentro de sus prisiones hechas de tonterías de apremiante nulidad. Un vigor así le sacaría algo del candor a mi discurso arrebatado. Además colocaría caos en aquel orden de hombres medianos que desean tener poder para reivindicar una repetición de las formas, la necesidad de su distinción que regatea objetividad por la vía de la corrupción. Sin duda el indicador de un tiempo oscuro, porque lo que muestra, aunque parezca paradójico, es que tal cosa no puede combatirse con la reivindicación de la honestidad, sino con el desacato de los valores. Porque en un negro tan profundo como la ausencia de las cosas, como dice aquella canción de Los Punsetes, sólo se puede negociar desde el sinsentido y a costa de la “integridad” que nos antecede, pues ha sido justamente ese el lugar en el que se gestó tal paradoja.


En el estado de shock (1º y 2 de julio)

La calle es un desierto que apunta la espera. Yo llevo los dos dedos pintados con tinta indeleble y mi café del Oxxo. Otro muerto-vivo se presenta frente a mí y pone su mirada en la mía. Trae la mona con activo en la boca y me dice algo. Un balbuceo contra toda lógica. Está perdido por entero, no porque sus palabras no quieran decir nada, sino porque están saliendo de su boca en absoluta soledad. Sus incongruencias podrían ser también poesía gutural, demostración de la ineficacia del lenguaje estandarizado, canción del futuro, y ahí está jodido y sin un rumbo que incorpore su brutalidad calibánica. Una dimensión de lo Real, das Ding que Lacan emparentaría con la Cosa, el vacío primigenio en un “más-allá-del-significado” ineficaz para la simbolización. Y no es nada de eso, sino un sacrificado más del estado de shock que toma a los menos fuertes y los transmuta en la mera demostración del miedo.

Naomi Klein dice que el estado de shock provoca que perdamos nuestra narrativa, el relato que somos capaces de hacer concordar con otros relatos similares1. Y esto puede ser provocado. De hecho es una estrategia de Estado. Estas técnicas son en buena medida resultantes de investigaciones militares llevada a cabo en la Universidad de McHill a finales de los cincuentas, relacionadas con la privación sensorial, que consiste en erradicar todo pensamiento crítico mediante una serie de procedimientos coercitivos. El electro-shock sería una de sus manifestaciones más siniestras. Sin embargo, esto apenas era el esbozo de lo que luego se convertiría en una de las formulaciones del poder más utilizadas a partir de los años sesentas, y que Althusser ya resumiría bajo el concepto de los aparatos ideológicos de Estado. La CIA realizó manuales de contrainteligencia mediante los cuales instruía a sus allegados sobre este tipo de prácticas. Esto al mismo tiempo que el economista Milton Friedman desarrollara su teoría acerca de la producción de shocks en las sociedades, estados de emergencia que permitieran la introducción de un capitalismo liberado de sus resistencias. La tesis fundamental del libre mercado.


Film La doctrina del shock, basado en el libro del mismo nombre de Naomi Klein

Quizá, quienes habrían advertido con mayor claridad el momento paradójico frente al que se encontraban serían Gilles Deleuze y Félix Guattari al publicar su libro Anti-Edipo; capitalismo y esquizofrenia:

La lección era: no os convirtáis en un pingajo. Cuando se establecen oposiciones, no se deja de contraponer el proceso esquizofrénico al tipo que está en el hospital, y para nosotros el terror era producir una criatura de hospital. ¡Todo menos eso! Y diría incluso que la alabanza de un cierto valor del “viaje”, de lo que en aquel momento los antipsiquiatras denominaban el viaje o el proceso esquizofrénico, era una manera de evitar, de conjurar la producción de pingajos de hospital, es decir, la producción de esquizofrénicos, la fabricación de esquizofrénicos…2

Nada hay de extraño en esa sensación previa al desastre. Una corriente circular en aquella mirada indigente, del que no posee, del que ha sido privado de su propio sujeto, de su propia dignidad. Y de inmediato pienso en los medios masivos y en nuestra actitud sumisa ante ellos, como parte de esta doctrina que utiliza en la espectacularización de la vida un shock de una plasticidad sorprendente que es necesario deconstruir si no queremos que las cosas continúen como hasta ahora.


Los días negros (2 de julio)

Apenas todo recomienza. La producción de desengaño sólo se ha incrementado, y tendremos un rey bobo –los más peligrosos– por seis años, un régimen que anuda de nuevo sus lazos sueltos ante la mirada azorada de por lo menos la mitad de este país. Y tendremos también muchos indignados no-indigentes.

Lo que yo celebro es la caída de los mitos simples, hechos de una sencillez que no siempre equivale a claridad. Este espacio político es complejo, porque está claro que carga tras de sí aquel pasado que no ha sido superado, y que involucra incompetencia y autoritarismo encarnado en su conformación. Lo dice la historia, la que regresa a nuestro recuerdo, la que sigue presente en los algoritmos del monolito que sigue ahí, en el centro de la estupidez de todos. La de los que no hemos alcanzado a realizar un trabajo suficiente para destrozar su integridad, y por supuesto la de los que venden su orgullo en la simulación de la precariedad, lo cual los hace doblemente precarios. Y un territorio compartido en la subalternización de cada quien en diversas gradaciones, por una cuantos mendrugos de comodidad. No es que sea raro, y sin embargo en medio de estos tiempos nublados recuerdo que he sido formado, como muchos otros, en el acomodo a esta estructura leviatánica.

Sin embargo pienso también que no hay rastro más perceptible que el que deja el polvo que nos hemos sacudido en el baile frenético. Las calles mojadas son por lo pronto el territorio. El mapa, los momentos de oro en el vacío, ruta a la que pertenecemos muchos, bailando a la sombra de este árbol seco, en busca de la permanencia y la potencia que da la insumisión. Como lo dicen Deleuze y Guattari, la brillante y negra verdad que yace en el delirio3. La naturaleza como proceso de producción que se desborde, que engendre espacios nuevos al apropiarse de la calle para volverla plaza pública, espacio político por excelencia.



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1 Klein, Naomi. La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre. Paidós. Barceloina, 2007.

2 Deleuze, G y C. Pernet. Diálogos. Pre-textos. Valencia, 1980.

3 Deleuze, F y Guattari, F. El anti-edipo. Capitalismo y esquizofrenia. Pag. 13. Paidós. Barcelona, 1985.





Que no te cierren el bar de la esquina


Ainhoa Vásquez Mejías


“Era un café de mierda pero era nuestro café de mierda”, me dijo la Carmina el día que cerraron el “Caburga”. Después me habló de todas las veces que terminó y se reconcilió con su novio ahí, de todas las veces que invitó a sus ayudantes a comer, de todas las personas que conoció y los amigos que hizo, de cómo se llamaban los meseros… Yo no iba para allá frecuentemente, pero entendí perfecto esa sensación de orfandad que sobreviene cuando al día siguiente pasas por ese café, por ese bar, que es parte de tu historia y que de un momento a otro ya no está más. Pensé entonces que cada uno podría contar su vida en base a los bares que ha amado y que, en vista de que el tiempo es implacable, hoy ya no existen.

Mi primera vez fue con “La estrella”. Tenía dieciséis años y me juntaba ahí con mis amigos todos los viernes a la salida del colegio. Era un bar de mala muerte, chico, encerrado, con poca luz y mal olor. La cerveza casi siempre estaba caliente pero algo indescriptible nos unía a él. Quizás fueran nuestros amigos obreros que construían en ese entonces lo que terminó siendo un edificio de veinte pisos y que, cada fin de mes, pagaban las rondas de alcohol, argumentando que les recordábamos a sus hijos. O las conversaciones sobre arte con ellos que concluían a menudo con la gran sentencia pronunciada por el obrero más joven: “yo no sé qué le encuentran de artístico a la Mona Lisa si ni siquiera tiene una tetita al aire” y nuestras risas borrachas.

Un verano “La estrella” ya no estaba más. Coincidió con el regreso de las vacaciones y nuestra entrada a la universidad. Por ese tiempo también se disolvió el grupo, nos peleamos por cosas que ya no recuerdo y nunca más volvimos a vernos. Más de una vez he pasado por ahí y, con la nostalgia de siempre, pienso en que el cierre del bar no fue sólo la clausura de un espacio físico sino el fin de mi adolescencia. Con el tiempo supe que durante la dictadura - antes de ser nuestra “Estrella” - había sido un bar donde ocultaban armas los del MIR poco antes del atentado a Pinochet; una historia que me hubiera gustado contarle a mis amigos y a los obreros. Hoy es un restaurante de tragos preparados y comidas exóticas. Lo agrandaron bastante y si tiene poca luz ya no es por contingencia sino por estilo. Supongo que a los nuevos visitantes les agrada comer iluminados por la velas. Para los demás sólo queda el recuerdo de nuestro bar de cerveza barata y conversaciones sobre arte antes de la madrugada.

Y es que como diría Cortázar respecto al amor, uno no elige. De pronto viene ese rayo que te cala los huesos alcohólicos y te deja – literalmente – estaqueado en el patio de la ebriedad. Sin saberlo ni planearlo ya te enamoraste de ese bar sin razones ni argumentos. Lo bueno de todo esto es que la vida cíclica te lleva a conocer nuevos lugares y existe la capacidad de amar también por segunda vez. Algo así me pasó más tarde con “El Dante”. No recuerdo cómo ni por qué llegué a él, a sus mesas de plástico, a sus papas fritas grasosas, al cariño de otra gente con quienes nunca hubo más que pequeñas discusiones sin sentido y que nunca han interferido en la relación de años. No sé cómo fue pero sucedió.

Tardes que comenzaban a la hora de almuerzo y finalizaban en la madrugada del día siguiente. Tomás y yo de anfitriones de amigos que se rotaban constantemente durante toda la noche. Algunos que llegaban con citas concertadas, otros de sorpresa y otros tantos por simple casualidad. También por esos días conocimos a un egipcio que acababa de llegar a Chile por amor, que apenas hablaba castellano y se ganaba la vida vendiendo chucherías. Varias veces lo invitamos a sentarse con nosotros y compartir una cerveza y un cigarro. El egipcio fue el lector silente de mis primeros poemas y un gran compañero en las noches en “El Dante”.

En “El Dante” me enamoré, me besaron, me quisieron y me olvidaron, una vez me pidieron matrimonio, le tiré la cerveza en la cara a un borracho insistente, conocí a mi mejor amigo y descubrimos que éramos vecinos, celebré millones de acontecimientos propios y ajenos, leí más de cincuenta libros, escribí más de cien páginas, conversé de filosofía, política, economía, religión, literatura, fútbol y hasta de física un sinfín de veces. En “El Dante” me tomé por lo menos quinientos vasos de cerveza en más de cinco años. Tanto tiempo debimos pasar en el bar que cuando me fui a estudiar a México los dueños me lo prestaron para hacer ahí mi despedida. Amigos de todas las épocas vinieron a despedirme. También en “El Dante” se cerraba otra etapa de mi vida.

Años más tarde, al volver a Chile, mi bar seguía en el mismo lugar de siempre y mantenía su nombre pero ya nada era igual. La cerveza se había convertido en vino, las papas fritas grasosas en tablas de queso, las mesas de plástico en mesas de madera, los meseros amigos en jóvenes extraños. Quise pensar entonces que ese lugar se había transformado conmigo, que había crecido conmigo, que en definitiva, se había adaptado a mis nuevas necesidades. Los borrachos solemos ser egocéntricos y buscar excusas para soportar los cambios y seguir bebiendo. Pero esta vez no lo logré, aunque hice mi mejor esfuerzo y me mantuve fiel a él durante varios meses. Un día, también casi por azar, llegué a “El bar de René” y mi cariño irresoluto conoció un nuevo amor a primera vista.

Ahora, con la Chachi y Daniel vamos todos los viernes, sagradamente, a tomar ahí. La música rockera a veces me recuerda que llegué tarde a la juventud pero la cerveza deslizada a través de la barra por un desconocido me hace sentir parte de algo. Casi no tiene mesas y siempre está repleto de gente de pie. Terminar hablando con extraños resulta lo más natural del mundo. Hay varios que van solos y no puedo evitar preguntarme por sus vidas. Los enfrento, les hablo, he perdido la timidez. He hecho amigos nuevos y me he reencontrado con otros a los que no veía hace años. Cada viernes al salir de ahí, camino hacia mi casa lo que duran dos canciones en mis audífonos, pensando que soy una persona de costumbres y rituales.

Alguna vez fue “La estrella”, luego “El Dante”, hoy es “El bar de René” pero es imposible saber cómo se llama el de mañana. Nada es para siempre y sospecho que crecemos al ritmo de clausuras, inauguraciones y descubrimientos de nuevas mesas y nuevos barman. No es por nada que las series norteamericanas llegan a su fin también con el cierre del bar o café que los acogió durante todas las temporadas. “Friends” termina con el cierre del Central Perk, así como probablemente ocurra lo mismo con el McLaren's de “How I Met Your Mother” y vuelva a suceder lo mismo con el bar que congrega por estos días mis horas de ocio, mi propia serie no televisada. Los bares son como las casas, dan ganas de quedarse pero cada cierto tiempo se hace inminente la mudanza y, por suerte, siempre habrá un bar de la esquina que esté abierto al pasar por afuera. Al menos eso es lo que quiero creer y prometerle a la Carmina para que deje de estar triste porque le cerraron su café de mierda.